Publicado Diario 2001 29/10/07
EL ENIGMA DE SIMÓN RODRÍGUEZ, parte 1.
Carlos Goedder
(Nota: en homenaje al onomástico y natalicio de este personaje, discontinúo la serie dedicada a Friedman hasta el 12 de noviembre).
“Si los americanos quieren que la revolución política, que el peso de las cosas que han hecho y que las circunstancias han protegido, les traigan bienes, hagan una revolución económica y empiécenla por los campos – de ellos pasarán a los talleres de las pocas artes que tienen – y diariamente notarán mejoras que nunca habrían conseguido comenzando por las ciudades. Venzan la repugnancia a asociarse para emprender y el temor de aconsejarse para proceder.”. Simón Rodríguez (1830).
Entre el 28 y el 29 de octubre, probablemente de 1769, habría nacido el personaje que hasta hace poco ostentó el privilegio de estar en el anverso del billete venezolano de mayor importe (el de 20 mil bolívares ó 20 bolívares fuertes). Se trata de Don Simón Rodríguez, a quien la historia suele recordar simplemente como el maestro de El Libertador Simón Bolívar.
Dado que los personajes patrios continúan siendo apropiados a diestro y siniestro (más bien a siniestro) por la propaganda política gubernamental, conviene colocar a personajes como Rodríguez en su “justo carácter pluridimensional”. Más que nunca, la historiografía está llamada a evitar que se construya la historia venezolana sobre el supuesto del materialismo histórico marxista y mucho menos promover que se establezca una vinculación entre la independencia hispanoamericana y el movimiento guerrillero que tomó cuerpo en la misma región entre 1955 y 1980.
El propio Don Simón Rodríguez es un excelente ejemplo de lo enigmático que resultan los personajes históricos y hasta qué punto su apropiación para fines proselitistas apenas capta – o mejor, distorsiona – una de las multiplicidades que habitan en todo ser. Cada mente humana alberga multitudes. Los propios historiadores se quejan de la dificultad para aprehender la trayectoria vital de un personaje, ya que mientras más conocimiento se acumula respecto a un personaje, este puede incluso hacerse más confuso y escurridizo.
En uno de los estudios más recientes sobre Bolívar, el historiador e hispanista D. John Lynch señala algo que se extiende a los coprotagonistas de la gesta bolivariana: “Aún la vida de Bolívar permanece llena de preguntas y controversias, y su motivación interior y su proyecto último continúan desafiando al historiador. El desafío es de interpretación más que de hechos, si bien la interpretación es imposible sin los hechos y estos también frecuentemente están en discrepancia”. Y Lynch refuerza esta afirmación sobre las interpretaciones divergentes en el mismo prefacio de su Simón Bolívar. A Life (Yale University Press, 2007): “Para los historiadores liberales, [Bolívar] fue un combatiente contra la tiranía. Los conservadores lo rediseñaron para el culto. Los marxistas lo despreciaron como el líder de una revolución burguesa. Y aún evoca pasión y polémica públicas. Ha sido apropiado por los proselitistas y por los gobiernos: su encarnación actual como modelo del autoritarismo populista proyecta otra interpretación de su liderazgo y desafía al historiador a poner las cosas en orden”.
La vida de Rodríguez comparte estos riesgos de mala interpretación y hechos confusos. Lo primero es su propio nacimiento, puesto que él mismo se declara expósito –abandonado por sus padres al cuidado de la Iglesia – y al mismo tiempo versiones como la de Emil Ludwig simplemente le consideran como un rebelde contra su familia, suprimiéndose el apellido Carreño paterno y optando por el materno Rodríguez.
De hecho, las biografías escolares señalarían a Rodríguez como hermano de otro expósito, el compositor Cayetano Carreño. Esto colocaría a Rodríguez como miembro de un linaje históricamente notable en Venezuela.
En esta familia Carreño estarían el mencionado Cayetano (1774-1836), maestro de capilla de la Catedral de Caracas. Algunas de sus composiciones, Pésame a la Virgen e In Monte Oliveti pueden disfrutarse en una grabación histórica, Música Sacra Venezolana, dirigida por el maestro Vicente E. Sojo y publicada por la Fundación que conserva su legado. Las notas de D. Felipe Sangiorgi que acompañan al disco señalan a Carreño como hijo y sucesor en el cargo del organista principal del mayor templo venezolano –por tanto, tendría padre conocido-. Este título de kapelmeister solía ser hereditario y de hecho, tras la muerte de D. Cayetano sus hijos retuvieron el cargo de maestro de capilla hasta 1843. Uno de estos descendientes, D. Manuel Antonio (1812-1874) fue el autor del famoso Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres (1853), pivote secular de los buenos modales venezolanos. La nieta de D. Cayetano fue la célebre pianista y compositora, de intensa vida, Da. Teresa Carreño (1853-1917). En suma, Rodríguez sería parte de una familia de genios.
Ahora bien, el registro sobre Cayetano Carreño en el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar (2da. Ed., 1997) nada menciona sobre un parentesco con Rodríguez. De hecho, dos expósitos habrían de ser hermanos más bien de crianza en la inclusera y el vínculo provendría de ser el mismo sacerdote, P. Alejandro Carreño y Da. Rosalía Rodríguez, quienes recogieron a los muchachos.
Ahora bien, D. Juan D. García Bacca sí da evidencia de parentesco. En Simón Rodríguez, Pensador para América, señala una carta de Bolívar a D. Cayetano, fechada el 27/06/1825: “Créame Ud., -escribe el Libertador a Cayetano Rodríguez, hermano de Simón-, querido amigo; su hermano de usted es el mejor hombre del mundo, pero es un filósofo cosmopolita; no tiene patria ni hogares ni familia ni nada. Este dinero jamás lo ha poseído hasta ahora porque es tan desinteresado que ni quiere ni pide cosa alguna. Se ha puesto a trabajar por ganar esta cantidad (tres mil pesos) y me ha rogado que la adelante a Ud. con el fin de aliviar a su infeliz mujer que aún ama entrañablemente”. Rodríguez habría abandonado a esta dama, Da. María de los Santos Ronco, al marcharse de Venezuela en 1797.
El enigma de los hechos comienza desde que nace Rodríguez. Imagínese el de la interpretación, tema de la siguiente entrega.
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