febrero 08, 2007


DIOS DUERME EN LA ROCA

Emeterio Gómez

A pesar de la fuerte aversión que Salvador Pániker le profesa a las religiones, hay en él abundantes referencias a la religiosidad profunda del hombre, a ese misterio absoluto –imposibilidad radical de comprender nuestro propio espíritu– que nos proyecta inexorablemente hacia Dios, la trascendencia ¡¡y la creencia!! como únicos fundamentos posibles.

De Pániker tomo dos citas que refuerzan mi apego al Cristianismo. La primera es de Whitman: ¡¡“No sé de nada que no sea un milagro”!! Es decir, nada hay en el mundo que sea natural, todo es espiritual y religioso. Hasta la más vulgar piedra es sobrenatural. La naturaleza no existe; existe sólo la naturaleza vista a través de nuestra sensibilidad, nuestros conceptos y, esencialmente, nuestro espíritu que humaniza las piedras y los perros al captarlos.

La otra cita es de versos sufíes –el hermoso panteísmo místico islámico: “Dios duerme en la roca, /Sueña en la planta, /Se agita en el animal /Y despierta en el hombre”. En esa secuencia –de lo pétreo a lo humano– se despliega la noción de un Ser Supremo, la infinita inefabilidad del espíritu; la futilidad de la vida cuando no está referida a Dios, o sea ¡¡al Prójimo!! Él como el sentido último que podemos darle a la vida; lo que fue la noción del Bien para Platón, ese algo radicalmente indefinible –es decir, Aracional– ubicado “más allá del Ser”. Aracionalidad que Platón no pudo asumir –o, más bien, que su época le impedía asumir– y que condenó a Occidente a este lamentable nivel de desarrollo intelectual y moral que tenemos.

Todo lo cual se conecta con la pretensión chavista de darle un piso moral ¡¡y cristiano!! al Socialismo del Siglo XXI. Pretensión que se escinde en dos momentos cruciales: uno radicalmente favorable a Chávez y otro que le es rotundamente adverso.

Hugo tiene toda la razón cuando dice que su Neocomunismo es moralmente superior al Capitalismo. Que él –casi en solitario– es éticamente más sólido que la Oposición. Porque la ética no es ese remedo que Occidente nos inculcó, esa visión abstracta que se sintetiza en una Idea platónica: “Conjunto de principios y valores que guían nuestra vida”. La moral nada tiene que ver con eso. Ella es, simplemente, el Amor al Prójimo, la capacidad de amar a los otros. Un terreno en el que Chávez nos lleva una morena; porque nosotros no hemos ido más allá de la filantropía, la caridad o –a lo sumo– la Responsabilidad Social de la Empresa. A la Oposición nadie le enseñó a amar a los demás; y mucho menos a los pobres, a los que sufren. Agradecemos al profesor Francisco Rivero por habernos obligado a intuir esta inaudita limitación.

Lamentablemente ni Chávez ni Haiman El Troudi –a cuyo libro dedicaremos nuestro próximo artículo– se plantean la otra mitad del problema, aquella sin la cual toda moral o Amor al Prójimo devienen utopismo vacío. Nos referimos al profundo componente animal del hombre: egoísmo, mezquindad, envidia, intolerancia, etc. Todo ello en cuanto al individuo atañe; pero también a la feroz lógica económica que torna aplastante a la rentabilidad; que troca ese bello deseo de El Troudi –“Destinar la producción a quienes mas la necesitan”– en una ilusión destructiva para la sociedad. Tal como ocurrió en Cuba, Norcorea y la URSS. Porque si el “a cada quien según sus necesidades” de Marx, por cristiano y moral que sea, no se supedita al “a cada quien según su aporte al proceso productivo”, la sociedad se vuelve definitivamente inviable. emeteriog@cantv.net

Publicado 04/02/07 Diario El Universal

No hay comentarios.: