
14 de Noviembre de 2007
El modelo autoritario de nación, hasta el alternativo, aborrecen la disputa, el mero acto de no estar de acuerdo. Los enemigos reales de la razón, decía Isaiah Berlin, son esos que suponen tener un acceso privilegiado a la verdad. La humildad ante el conocimiento es un ingrediente capital para fomentar la libertad y la civilidad entre los seres de una sociedad.
Los políticos, sobre todo los que exhiben impulsos mesiánicos, son dados a decir que ellos “hablan con la verdad.” Pero si hablan con la verdad, entonces cualquier postura encontrada con su posición se convierte, instantáneamente, en objeto de descalificación. El diálogo, la apertura ante una pluralidad de ideas, de conjeturas, de refutaciones, ensayo y error, se vuelve un juego entre idiotas, mismos que presumen disfrutar un monopolio sobre la verdad.
El modelo autoritario de nación, hasta el alternativo, aborrecen la disputa, el mero acto de no estar de acuerdo. Los enemigos reales de la razón, decía Isaiah Berlin, son esos que suponen tener un acceso privilegiado a la verdad. No toleran que otros disientan, que se manifiesten en contra, sea con un artículo periodístico, una manifestación social, hasta una exclamación de que dejemos a otros hablar: “¿porqué no te callas?”
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