agosto 22, 2006

EL GUSTO VENEZOLANO POR LA AUTODESTRUCCIÓN (Parte 1)
Carlos Goedder

Debe ser algún placer que tenemos en hacer las cosas mal y perjudicarnos como sociedad. Curiosamente, esto lo hacemos mientras creemos que individualmente ganamos. Más allá de las explicaciones económicas, aproximaciones históricas, disquisiciones filosóficas, consideraciones sociales y humorismo, para explicar a Venezuela se requiere urgentemente de psiquiatras y sicólogos, que bien podríamos importar de Argentina (donde son abundantes) como contraprestación a financiarles la mitad del presupuesto de deuda.

Iba a terminar la serie de economía y fútbol hoy, mas ¿Cómo se puede uno desapegar de lo cotidiano cuando escribe para un periódico, de por sí documento de actualidad inmediata? Así que una última excepción.

La primera noticia de Venezuela fue la visita del sr. Presidente Chávez al dictador Fidel Castro. Siguiendo al propio diario cubano Granma, panfleto proselitista que se autodenomina periódico, se tiene esta reseña (www.granma.cu del 14 de agosto):
“Fidel esperó a Chávez en el lecho donde se recupera y compartió con él más de 3 horas de emotivo intercambio, anécdotas, risas, fotos, regalos, una frugal merienda y la alegría de una amistad entrañable. ‘ Esta es la mejor de todas las visitas que he hecho en mi vida’ – diría el presidente venezolano, quien admirado por la capacidad de recuperación del Comandante exclamó: ‘¿Qué ser humano es este? ¿De qué material está hecho? Es, como dicen ustedes de caguairán’”.

El mismo diario explica en otro artículo qué el caguairán es un tipo de madera muy resistente.
La respuesta al “Dé que está hecho” es directa: todo dictador está hecho de la debilidad de su pueblo y del provecho que le sacan otras naciones. Un orden de cosas que se puede prolongar indefinidamente, especialmente si hay ignorancia y riquezas naturales abundantes.
La respuesta a la pregunta de qué está hecho Castro también se puede resumir como lo ha hecho la editorial del diario español El Mundo:
“Quien visitó La Habana el domingo no fue el ahijado de Castro sino su último padrino, el hombre cuyos petrodólares han aliviado la insoportable situación que vivía el régimen debido al recrudecimiento del embargo [comercial estadounidense] y a la desintegración del bloque comunista y de la Unión Soviética”.

Venezuela, otrora exportador de libertad, es actualmente exportador y sostén de tiranías. Lo curioso del caso es que creemos beneficiarnos regalando dinero público y ahora también el patrimonio histórico de la nación. Castro recibió piezas de la colección personal de Simón Bolívar, incluyendo una taza que tiene el doble mérito de haber estado en manos de Napoleón y luego de Bolívar. Quizás algún día también mandemos cenizas de El Libertador a Cuba. Poca distancia separa este tipo de actitudes de la Orden del Libertador que le dio el tirano Lusinchi a una mujer que tenía como único mérito ser su amante: Blanca Ibáñez.

Lo cierto es que Venezuela padece una condición extrema de exportación de dinero, de sacar los fondos del país y mandarlos a otras latitudes. Podemos intentar explicaciones económicas rápidas: donde hay inflación e inseguridad jurídica, es normal mandar dinero a otro lado. Pero, ¿Cómo se explica que todo movimiento populista en Venezuela termine enriqueciendo al exterior? ¿Por qué mandatarios de nuestra democracia dilapidan dinero en Cuba, Argentina, Bolivia, Centroamérica? ¿Acaso hay un odio hacia Venezuela que tenemos todos enraizados?

Prueba de cómo continúa escapando el capital de Venezuela, aún con controles, es este artículo que publica el 16 de agosto el diario de negocios Financial Times: “Los Banqueros se hacen más ricos con la revolución de Chávez” (lo firma el sr. Andy Webb-Vidal). Sale allí un comentario sobre la modalidad de especulación cambiaria que reproduce el sistema de Bonos Brady con que se evadía, también con visto bueno del Gobierno, el control de cambios Caldera – OTAC de 1994-1996:
“En meses recientes el gobierno ha comprado 3.600 USD MM de bonos argentinos, el grueso de los cuales es vendido al cambio oficial venezolano a los bancos locales para absorber el exceso de liquidez [efectivo y caja] que poseen. En contraprestación, los bancos revenden los bonos y ganan al comprar bolívares [vender dólares] a una tasa de mercado negro más alta y tolerada por el gobierno”.

El gran inconveniente de los controles de cambio es que, precisamente, mientras más intervención estatal hay en el mercado de divisas, más mecanismos se encuentran para evadirla, especialmente si hay inflación alta y una propensión cultural fuerte de invertir fuera del propio país.

El elemento cultural es relevante. Hay naciones como Brasil, por ejemplo, donde aún con la inflación alta (allí fue hiperinflación) la salida de capitales fue comparativamente moderada y se mantuvo siempre un tejido de capital privado. En Venezuela se llegó a estimar que las reservas privadas en USD alcanzaban 100.000 USD MM hacia 1997, el tamaño del PIB de 1 año. – En varios momentos ha sido más rentable invertir en bolívares, por ejemplo en la semana siguiente a las elecciones de 1998, en que el dólar perdió valor frente al bolívar de forma drástica -. Otros mercados han encontrado otras formas de protegerse de inflación, especialmente en compra de terrenos y metales. En Venezuela el refugio es siempre el dólar estadounidense, incluso rindiendo poco (como ocurre actualmente) y en situación de alta inflación en EUA (a finales de la década de 1970 la inflación en EUA estaba en dos dígitos).

En su obra “El Complejo del Dinero” el economista sr. Axel Capriles intentó explicar este afán venezolano de ponerse en dólares y mandar dinero hacia el extranjero, más allá del análisis convencional de que es una inversión “más segura”.

Opino que es reflejo de un desprecio fundamental hacia Venezuela. Quizás explique cómo los líderes políticos de la historia venezolana, con excepción de D. Juan Vicente Gómez, intentaron (pocos fracasaron en el intento) mandar su capital financiero fuera y mudarse al extranjero. Esto incluye a El Libertador, Páez, Guzmán Blanco, Pérez Jiménez, Betancourt…
Es una necesidad histórica venezolana el proyectarse fuera del suelo natal, más allá del simple envío de capitales financieros hacia otras latitudes.


Opinión Independiente
carlosurgente@yahoo.es

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