
¿DEMOCRACIA LIBERAL, SOCIAL O MORAL?
Emeterio Gómez
Agradezco a Leopoldo López y a Gerardo Blyde el entusiasmo con que atendieron mi solicitud de conversar acerca de las ideas que podrían armar una propuesta política para Venezuela, un Proyecto de Sociedad capaz de derrotar la contundencia emocional –y moral– del Neocomunismo y de Hugo Chávez.
Porque si algo hay que tener claro para dar esta pelea es la superioridad afectiva, ética –y sobre todo espiritual– del Socialismo del siglo XXI, frente al capitalismo, la democracia liberal y la economía de mercado. Hoy, cuando se discute intensamente acerca de si Jesucristo fue socialista –del siglo I, en este caso– cabe preguntarse por cuál opción se habría inclinado el Hijo de Dios si hubiese tenido que escoger entre:
a.- El Comunismo Chavista, profundamente identificado con los pobres y los excluidos, pero radicalmente imposibilitado para asumir un modelo económico capaz de producir bienes y servicios en forma masiva, única forma de superar la pobreza. ¡¡Una propuesta de sociedad capaz de hacerle sentir a los desheredados de la tierra que son seres humanos, pero incapaz –profundamente incapaz– en el plano material de ayudarlos a salir de la miseria!! Y…
b.- Un Proyecto de sociedad centrado en el capitalismo, el mercado y la democracia liberal, que han demostrado hasta la saciedad su inmensa capacidad para producir bienes y servicios en forma masiva, única vía –repetimos– para enfrentar la pobreza; pero incapaz, radicalmente incapaz –por ahora–, de preocuparse por la dimensión moral, espiritual y religiosa de los hombres. Incapaz, no ya de asumir, sino de plantearse siquiera este problema.
Construir un movimiento político –o civil– para enfrentarse a Chávez exige poner el énfasis con fuerza en la dimensión moral y, más allá de ésta, en la esfera espiritual –esto es, religiosa– del Ser Humano. Si no podemos insuflarle al Capitalismo una dosis significativa de piedad, de Amor al Prójimo, de identificación espiritual con nuestros semejantes –especialmente con los más pobres– difícilmente podremos ganarle la pelea al Socialismo del siglo XXI.
Esta es la contradicción brutal que hoy vive América latina y, en alguna medida, el planeta: el Neocomunismo es tan radicalmente inviable como lo fueron el comunismo y el marxismo ¡¡pero el capitalismo –tal como hoy lo conocemos– no garantiza para nada el futuro de la Humanidad!! En los últimos 20 años, la idea de Responsabilidad Social de la Empresa nos ha aportado grandes avances, pero ella no pasará de ser un frustrado aperitivo si no logramos pegarnos el salto a la Responsabilidad Moral de la Empresa Capitalista.
Una problemática infinitamente compleja, frente a la cual la consigna de Democracia Social podría resultar obsoleta. ¡Aunque sólo fuese porque se la puede confundir con la Socialdemocracia! Porque cualquiera podría pensar que ni ésta, ni el Socialcristianismo o el Socialismo Democrático tienen mucho futuro, a menos que afronten la profunda crisis moral –¡¡e intelectual!!– que viven la Civilización Occidental, la Racionalidad y la Modernidad; salvo que logren insertar en sus respectivas doctrinas un fuerte contenido moral, espiritual y religioso; a no ser que asuman lo que Occidente se niega tenazmente a asumir: ¡¡que no hay valores éticos universales y absolutos!! Que lo único universal y absoluto son Dios y el espíritu humano; que todo lo que de ellos brota –incluidos los valores– al insertarse en el mundo se convierten necesariamente en relativos.
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